MUSICA

Con más de un centenar de canciones compuestas, un inspirador método para difundirlas y ese inefable talento para la creación artística, Jens Lekman es, no cabe duda, una de las figuras más notables y prominentes del manoseado ambiente ‘indie’ sueco y mundial. A sus 25 años, el cantautor encaja a la perfección con la imagen del artista pop que la mayoría de nosotros tenemos en la cabeza: romántico, desenfadado, irónico y honesto, la más de las veces triste, sólo que con esa tristeza que linda con lo trágico y lo burlesco. Se trata, por decirlo de algún modo, de un patán capaz de juntar melodías ultraconocidas (tres o cuatro acordes repetidos hasta el cansancio) y convertirlas en hermosas historias de amor, desamor y melancolía (hasta esta palabra adquiere una tonalidad diferente en sus trabajos). La voz de Lekman recuerda a la de un Stephin Merrit menos dramático, más casual e inocente, aunque igual de poético y obsesivo. Sus canciones son simples: hablan de chicas, ciertos estados de ánimo sobre todo juveniles, de querer irse a casa luego de una fiesta desastrosa, hablan de lo que todo chico de 25 años hablaría si tuviera una grabadora frente a él. Pero Lekman, cada tanto, decide reunirlas, armar un EP con ellas y colocarle un simpático título, un título como “You Deserve Someone Better Than A Bum Like Me” (Te mereces a alguien mejor que un vago como yo), “I killed a party again” (Maté una fiesta otra vez) o “You are the light” (Eres la luz). El espectro de su obra parece, además, trascender su propia ambición como artista: los EP’s son esperados por una masa informe alrededor del mundo y en cada uno se respira el tibio aroma de lo único, de lo finito (uno de ellos, con una tirada de 200 copias, contenía en su portada un negativo fotográfico tomado por el propio Lekman y que podía ser revelado si así se quisiera), en las entrevistas se le aprecia como un dulce joven, auténtico y libertino, listo (cual soldado raso) para inmiscuirse en artes como la literatura o la pintura y salir bien parado. En suma, Jens Lekman se ajusta al cuadro del genio precoz capaz de contravenir los designios de la naturaleza del mundo, hacerse de una pequeña habitación dentro de la atosigante industria musical y gritar a voz en cuello por aquellos episodios perdidos pero aún memorables. Y reírse de ellos sin la más mínima culpa. "No me agradan los músicos. Me agrada la gente que no sabe nada de música. Hace poco estuve hablando con una vieja profesora de la escuela y ella me contó que le compró a sus alumnos un Ukulele. He estado pensando en grabar un par de canciones con ellos", ha dicho Lekman. Viniendo de él, esto suena más que coherente.